El Desempeño de los Programas y su Medición
Escritores reconocidos principalmente en las áreas relacionadas con
la administración privada, han cuestionado seriamente el desempeño de los
gobiernos. Este tipo de apreciaciones han sido sujetas a su vez a un análisis
con un mayor conocimiento de causa donde primero se contempla que es necesario
apreciar tanto los tipos de problemas que se espera resuelvan los
administradores públicos, como las circunstancias bajo las cuales esos
problemas surgen y son abordados. En este sentido, Harmon and Mayer[i] hacen una distinción
entre los problemas “dóciles” (tame) y los “perversos” (wicked). Un problema
“dócil” es técnico, tal como construir una autopista o un aeropuerto, que tiene
una solución que tiende a no ser controversial. Un problema “perverso” por otro
lado, es político, tal como definir dónde construir la autopista, o para que
sea más claro en el caso mexicano, definir dónde localizar el aeropuerto. Este
problema no tiene una solución definitiva sino únicamente soluciones opcionales
que resultan altamente controversiales. La mayoría de los problemas
gubernamentales tienden a ser “perversos”, aunque los administradores públicos
deben hacerlos “dóciles” o limitarlos con el objetivo de poderlos manejar.
A pesar de estas dificultades políticas en los que los programas
gubernamentales están sumergidos, es necesario desarrollar una metodología para
medir su impacto. Esta evaluación, si bien debe ser sensible al contexto
político pues de alguna manera es parte de él, debe ser sistematizada de tal
forma que las tormentas políticas no la influencien de manera determinante y
así las conclusiones de la medición puedan ser usadas para la toma de
decisiones, que es por supuesto el fin último que se persigue con la
evaluación.
En el pasado las evaluaciones de los programas han
sido hechas sin el beneficio de la cuantificación, este conocimiento basado en
el sentido común debe ser ampliado, y no necesariamente sustituido, por la
evidencia empírica teniendo el mejor escenario cuando ambas evaluaciones tienen
un grado de coincidencia, ya que en caso contrario debe haber un análisis que
lleve al entendimiento de las razones de discrepancia.
A partir de métodos y conceptos de administración, psicología,
sociología, ciencias políticas y mercadotecnia entre otros, es posible
desarrollar una metodología que pueda ayudar en la evaluación del desempeño de
los programas donde sea considerado como elemento esencial el problema que se
supone el programa debe ayudar a resolver.
En un nivel básico, la medición del desempeño de un programa implica
definir el grado en que los esfuerzos organizados en los programas están
logrando ayudar a la gente que necesita educación, tratamiento médico,
capacitación, seguridad en las calles, servicios de recreación, o algún otro
entregable específico. Los programas sociales han pasado años tratando de
resolver los problemas que han ocasionado situaciones tales como: la explosión
poblacional, la desigualdad en la distribución de la riqueza, el crimen, las
deficiencias educativas, el abuso de sustancias y la debilidad de instituciones
tradicionales como la familia. Por lo tanto es necesaria la medición del
desempeño de los programas cuya importancia es evidente por una variedad de razones
específicas, entre ellas se encuentran: ayudar en las decisiones concernientes
en la continuación, mejora, expansión o suspensión de los programas, calificar
la utilidad de los nuevos programas y satisfacer los requerimientos de
rendición de cuentas de aquellos que aportan recursos para su ejecución, en
pocas palabras, es necesario llegar a la concusión de si un programa particular
a ayudado a mejorar las condiciones de la vida humana o no y de qué manera esta
conclusión se puede usar para la toma de decisiones. Finalmente, la medición
del desempeño debe considerar diferentes personas o grupos interesados en la
evaluación, entre ellos están: los operadores y auspiciadores de los programas,
los evaluadores de los mismos, aquellos a quienes los programas deben
beneficiar y a la opinión pública en general. Desafortunadamente los
evaluadores, quienes inician su trabajo convencidos de que los programas
ayudaran a la mejora de las condiciones de vida, terminarán frustrados al
encontrar que muchos programas no producen mejoras trascendentes, algunos no
son eficaces en lo absoluto y que hasta quizás algunos hayan producido efectos
perversos; sin embargo, la información recabada podrá ser utilizada para lograr
un mejor uso de recursos escasos
[i]
Organization Theory for Public Administration, 1986
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