Existen diversas maneras de administración de los gobiernos conocida generalmente como “administración pública”, el interés de los ciudadanos se centra en la operación de los programas públicos, pues es a través de ellos como los gobiernos les “entregan valor” a los ciudadanos.
Los problemas de desempeño de los
gobiernos, reflejados principalmente en su falta de eficacia, eficiencia y
calidad, ha llevado a pensar en metodologías de mejora de la administración
pública donde se intente “reinventar el gobierno” basado en un cambio radical
pues bajo este paradigma pareciera ésta la única posibilidad de salida a las
grandes dificultades que enfrenta la administración pública. Por otro lado hay
quienes piensan que la mejora debe ser de carácter evolutivo más que radical,
pues dadas las complejidades propias de la administración pública, el ejecutivo
poco puede hacer a partir de un techo presupuestal y otras restricciones
dictadas por el legislativo, siendo éste último la causa de muchos de los
problemas de pobre desempeño en la administración, por lo que los esfuerzos de
mejora deben considerar una estructura ya dada para trabajar a partir de ella
buscando reducir niveles jerárquicos, mejorando la capacitación, ampliando en
alguna medida los límites de la estructura y revisando la “carrera pública”
pues pareciera que en ésta la lealtad es más importante que el desempeño, y
finalmente buscar que el congreso desarrolle una fuerte capacidad institucional
para examinar los problemas de la administración pública. Sin importar si el
esquema de mejora es radical o evolutivo, o si hay una tendencia hacia el uso
de prácticas de la gestión privada en el ámbito público, existe un consenso
respecto a la falta de una responsabilidad clara por los resultados logrados
pues dicha responsabilidad está diluida en el “mejor de los casos” entre
diferentes áreas o direcciones y llegando en el peor escenario, hasta una
“responsabilidad compartida” entre secretarías o ministerios, lo cual implica
“no responsabilidad”, resultando en los clásicos “¿y yo por qué?” o “no es
parte de mis atribuciones” al tratar de asignar una verdadera rendición de
cuentas por los resultados de los programas. Por muy imaginativos, éticos y
talentosos que puedan ser los servidores públicos, si la estructura no ayuda y
en el peor de los casos entorpece la gestión, estos servidores no serán capaces
de mejorar de manera sustancial la administración de los gobiernos, hecho que
es respaldado por algunos ejemplos donde administradores privados cuyo talento
ha sido evidente en ese medio, no necesariamente han tenido un buen desempeño
en el ámbito público. Pareciera entonces, que el problema con la administración
pública, compartido en no pocas ocasiones por la gestión privada, es la ausencia
de una estructura alineada con el valor dado a los ciudadanos o a los clientes,
según sea el caso.
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